"La diferencia entre una democracia y una dictadura, consiste en que en la democracia, puedes votar antes de obedecer las órdenes." «Charles Bukowski»

19 septiembre 2008

El día que comencé a escribir

Our friend StuOur friend Stu


Armando era su nombre. Armando era un tipo duro, jamás le gustaba que le llamaran así, él decía que se llamaba Sapo. Un día Sapo estaba conmigo, me contaba que tenía una chica allá en Medina y también que se había cogido a la esposa de Chino Mugres, que Chino Mugres era un pendejo y que mientras él trabajaba otros se tiraban a su esposa. Me dijo: yo por eso no trabajo Tucsen; no, yo no trabajaré, no quiero que nadie más se coja a mi esposa; mira tú no tienes nada que perder Tucsen, tú no tienes esposa ni novia y si yo me voy a trabajar, sé que eres un hijo de puta que te podrías coger a mi esposa, jajaja; no te hagas pendejo cabrón, te conozco.

Yo lo escuchaba hablar, parecía que era la persona más inteligente del mundo, pero yo no sabía porque me decía que podría cogerme a su esposa, ella no me gustaba. De pronto me dice.

—Allí viene esta hija de toda su puta madre.
— ¿Quién viene Sapo? -Respondí yo, que ya estaba ya un poco bebido.
—Esta cabrona de mi mujer, siempre tiene que venir a buscarme la puta y si no me marcho la culera no me dejará mirar a mi hijo; pero ya le dije, le voy a romper su madre cuando llegue a la casa, nos vemos Tucsen.
—Adiós, Sapo.

Me quedé allí en la esquina, estuve bebiendo una cerveza, pensé en su esposa, pensé en su hijo, pensé en la música de la radio, pensé en todas aquellas personas que se han casado y que tienen un hijo y ya no están nunca más aquí y entonces pensé que estaba ganando pura mierda porque no tenía tiempo para pensar en todas aquellas personas que me son indiferentes. Así pues, me dirigí a la tienducha que está ubicada a dos calles de mi domicilio, compre un six de cerveza y unos cigarros Camel.

Me fui enseguida a casa, en el camino me encontré de nuevo a Sapo, estaba llorando, estaba en la misma esquina de la que se había ido cuando llegó su esposa. No lo saludé, seguí caminando, me encontré con la señora de la papelería, esa señora que tiene las tetas y las piernas más hermosas de esta ciudad. Tuve una erección que casi trozo la cremallera, permaneció así hasta que llegue a casa. Entré en mi habitación destapé la primer cerveza, "aún quedan cinco" pensé para mí, le di un trago, saqué un Camel, lo encendí, le dí una larga fumada y expulsé una gran bocanada de humo, humo muerto como mis manos y dije —Sapo no es tan duro después de todo, ningún hombre es duro en este mundillo de perdedores.— Después de eso, comencé a escribir.




Iván



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