"La diferencia entre una democracia y una dictadura, consiste en que en la democracia, puedes votar antes de obedecer las órdenes." «Charles Bukowski»

11 septiembre 2008

Un día extraño


El recuerdo que tengo de aquel día es que una semana antes había estado bebiendo a diario, por fin llegó el lunes y recibí una llamada.

-¿Sí, bueno?.
-Hola, Tucs ¿Cómo estás?
-Bien. No, espera; mal, me siento mal.
-Oh...
-¿Qué pasó, para qué me hablas?-Y comenzó...
-Bueno, como hace mucho tiempo que no te miro por la calle, pues quería saber como estabas, pensé que has reflexionado y que quizá quieras regresar conmigo... He estado muy sola, no puedo estar más tiempo así, quiero que vengas a verme. Te necesito, no sabes que mal lo estoy pasando, por favor solo un momento, no te quitaré tu tiempo Tucs.
-Nunca me has quitado el tiempo, ¿En dónde te miro?.
-En la banca que está en el Kiosco, allí en media hora.
-Está bien. Y colgué.

Era Mari, ella había sido mi pareja unos meses o quizá un año atrás, creí que me había olvidado, y de repente allí estaba, diciendo que me necesitaba. No sé como las personas pueden necesitar a alguien como yo, jamás lo he comprendido, porque a decir verdad soy un bruto a más no poder. Entonces me dirigí al baño, me lavé la cara, no me bañé sólo iba a platicar. Tiré una mierda, cual rastro hediondo ó relleno sanitario de la ciudad. Pensé para mis adentros: si pude soportar eso, estoy seguro que podré soportar también el estar con ella.

Me dirigí al lugar de la cita, pasé por la esquina de la calle contigua donde vivo, miré el jardín de niños y pensé en la cantidad de mocosos que había allí dentro. Miré una maestra con una bata azul a cuadros y recordé a Roxana, la profesora que me ponía a hacer alguna vocal utilizando pasta de letras y pegamento, y ahora pensaba que con esa pasta que ella nos hacía pegar se podrían alimentar 3 familias del barrio. Seguí caminando un rato más, iba un poco taciturno, atravesé el río y por fin llegué al Kiosco. Allí estaba Mari, yo llegaba siete minutos tarde.

Recuerdo que tenía mucho sueño y una resaca de toda una semana, pero eso no me importaba, lo que realmente me importaba era saber qué es lo que le iba a decir porque no sabía exactamente por que fui allí; ella me miraba desde que dí la vuelta al andador del parque, cuando me acerqué un poco más pude ver de soslayo como brillaban sus ojos, como cuando un niño mira a su madre después de una larga jornada de trabajo.

-Hola, Tucs, me dijo sonriendo.
-Hola.

Y entonces siguió un silencio de cinco minutos, pensé que me tenía que ir. Pasó por mi mente que quizá ella se había vuelto loca y me lo quería decir, pero no se atrevía.

-Quiero decirte que quiero tener un hijo contigo. Quiero tenerlo, no me importa que te alejes de mí para siempre.-Continuó diciéndome eso.- Concédeme eso Tucsén, por favor!.-
-Mari, hace 6 meses que no nos miramos, tú me corriste de tu lado porque me miraste con otra mujer. ¿Lo recuerdas?.-
-Fué hace un año. -Me dijo ella.
-Sí, eso. Pero yo no quiero tener un hijo, no me gustaría limpiarle la mierda. Además no podría... descansar, siempre están llorando.- Esas palabras la entristecieron de tal manera como no tienes una idea.
No sé porque carajos le dije eso. Ella sólo quería un niño, me lo había dicho muy claro, "no me importa que te alejes de mí para siempre" yo me hice ese absurdo de que iba a estar soportando la mierda y los llantos.

La miré a los ojos y en efecto, se miraba algo agitada; yo permanecía sentado en la banca, era de color verde seco, más seco aún que el chocho de una vieja de 60 años. No tenía respaldo y comenzaba a darme un poco de calor.

-Vamos a entrar a casa.- me dijo.
-Sí, vamos.

Caminamos cien pasos y llegamos a su casa, no estaban sus padres, ella se acercó a mí y me ofreció una cerveza, le terminé de dos tragos y continuó mirándome.

-Tuks, ¿Sabes? todo este tiempo no he estado con nadie, siempre te he estado esperando. No podría salir jamás con nadie, mira un día Juanito me invitó a dar una vuelta y le dije que no, que él era negro con los pelos como los del culo de un cerdo; además mugroso y feo, más feo incluso que los flacos del África y que no sabe hablar, que es realmente palurdo como él solo y solo quiere platicar de quien es el pandillero más malo del barrio, que me aburría tan sólo de pensar en eso. ¿Ya ves que tú me dijiste eso de él? pues se lo dije y se fue casi llorando.
-Ja ja ja ¿Cómo pudiste decirle eso a esa lagartija? -Respondí.
-Él se lo merecía.
-Creo que sí.

Y después de decir eso, se me lanzó encima, me metió su lengua hasta la garganta, me quitó la ropa y me dijo: te tienes que bañar.

Me metí a bañar, ella me espiaba, no sé porque razón no quiso entrar, me hubiera gustado. Salí de la ducha, entramos a su habitación me tumbó en la cama y comenzó a subirse encima mío, yo tenía una erección firme desde que estaba en la ducha. Estábamos los dos en medio de una pasión desenfrenada, como la que les llega a dos adolescentes de 15 años cuando de pronto llegan sus padres. Ella saltó como una gacela, se vistió muy rápido y salió, yo me metí debajo de su cama como Dios manda y espere, el suelo era muy frío, pensé que me iba a morir.

En eso su padre dejó entrar al perro a la casa y éste se dirigió en seguida a la habitación de Mari, se inclinó mirando debajo de la cama y se encontró con mis ojos, me enseñaba desde el segundo molar, hasta el incisivo lateral del lado izquierdo y gruñía. Pensé para mis adentros: me matará este hijo de puta. Pero mantuve la calma, cuando una persona tiene una mirada fija y penetrante puede intimidar hasta al más malvado de los perros.

Por fin se alejó, me alegré de que no ladrara. Allá afuera Mari estaba con los nervios como los de un asesino al que están interrogando después del crimen. Y yo, yo estaba casí muerto de frío con los huevos al aire.

-Mari ¿Qué tienes?- dijo su mamá y añadió -¿Estás otra vez triste por ese cabrón no es verdad? tienes que olvidarte de él, sólo sabe beber, es un bueno para nada; tú eres bonita y tienes un corazón enorme, ese cabrón no te merece, olvídate de él.
-Mamá. No, él es... Mamá.
-Él es nada, mira, no te engañes, yo creo que ya ha de andar con una putilla, ¿Si o no Valentín? - Le preguntó a su esposo quien sólo soltó una risilla y no dijo nada. Continuó: -Mira, ese gusano no vale la pena Mari, olvídalo, allí está Ulises, mira él es distinguido, no tiene vicios, en cambio el otro, ¿qué te puede ofrecer?-
-Mamá, por favor. -Decía Mari con una voz ininteligible.

Su madre tiene razón, pensé para mí, mientras moría de frío en esas condiciones inhumanas en las que estaba. De pronto sus padres salieron a comprar un helado, yo aproveché para vestirme y salir de aquella casa, Mari me decía que disculpara a su mamá. Yo le dije que su madre tenía razón y que no tenía tiempo de seguir allí, porque ellos regresarían. Salí de su casa, enseguida ella me siguió. Me acompañó a la esquina, me dió un beso y después de un momento me dijo estás palabras.

-¿Cuándo te volveré a ver?
-Nunca, es lo más probable. -Conteste yo.
-Estás molesto por lo que dijo mi madre ¿verdad? cuando te calmes hablaremos, tengo que verte nuevamente.
-Quizás te mire... pronto.- Le dije y me fui.

Jamás tuvimos un hijo. Ni la volví a mirar nunca más, a ella, ni a su madre, ni siquiera a su perro, pero siempre he recordado esa escena y pensé que quizá te gustaría leerla.

Iván