"La diferencia entre una democracia y una dictadura, consiste en que en la democracia, puedes votar antes de obedecer las órdenes." «Charles Bukowski»

23 agosto 2008

Solución al secuestro



El día de ayer me dí cuenta cómo un sujeto "importante" decía que habían secuestrado a su hijo, y que había pagado el rescate y aún así lo mataron.

Los “secuestradores” tenían el derecho de hacer eso, ellos existen porque todos ustedes los crean; sí, ustedes putos burgueses mierdosos.

Ahora, bien sabemos que el gobierno no hará nada, ellos sólo se preocupan por estar sentados cobrando cada día más, que para eso han estudiado los hijos de puta.

El secuestro del hijo del sujeto "importante" no cambiará nada, su muerte fue igual a la muerte de un perro arrollado en la carretera, mañana lo olvidarán, quizá sea algo menos que eso, pero es lo que se me vino a la mente en primera instancia.

Bien, pues ahora yo he encontrado la solución al secuestro, y no es con policías, quemándoles los huevos ni cortándoles las manos y la lengua para que ya no puedan negociar, ni siquiera con "leyes" que condenen a muerte a estas personas, sino algo menos drástico y que dará solución de raíz.

La solución a este asunto, es que ya no paguen rescates. Ni uno más, si secuestran a algún familiar suyo no colaboren con estas personas, que el secuestrado se las arregle como pueda. Miren, si lo toman por este lado, él estará bien. ¿Por qué? Porque no trabajará, no tendrá que ver a su novia diariamente, si es casado no mirará a su esposa que en más de una ocasión a soñado con matarla. Tendrá un cabrón que lo llevé a mear, le tocarán las bolas y no pagará nada como lo hace con sus putas. Le darán comida, quizá mejor que la de las prisiones; en sí, no estará del todo mal. Y ahora viene la parte más importante, cuando le pongan la bocina para que diga: «Por favor, paguen el rescate, me van a matar» díganle al hijo, padre, abuelo, o lo que sea: Tú te lo buscaste por andar por allí de hijo de puta ostentoso, no pagaremos nada, que te maten o sálvate si puedes ¡y pásame al que organiza!

Háganle saber que no le darán un peso, que no les importa ni un céntimo lo que hagan y cuelguen.

Ellos seguirán insistiendo, pero no cojan el teléfono, y al final si les cae bien el familiar no lo matarán, existe una posibilidad en cien, quizá en mil de que salga libre. Si es cojonudo lo logrará, si no, ayudará con la erradicación de estas personas llamadas “secuestradores”.

SOLUCIÓN:
No paguen un rescate más.


«Dedicado a todas las aquellas personas cojonudas que jamás pagaron el rescate en un secuestro.»


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21 agosto 2008

Un cumpleaños

Buen viejo



El pasado sábado 16 de agosto fui a un bar de mala muerte a festejar el cumpleaños del buen viejo. A mi lado se sentó una puta, le invité cerveza y fumamos juntos. Le hablé de Bukowski, pero ella no sabía quien era él. Yo un poco cansado comencé a decirle que quizá Chinaski estuvo con su madre, que en otro tiempo también fue puta y podría ser que fuese su padre. Entonces ocurrió algo extraordinario, ella se levantó de la mesa, pero nunca soltó la cerveza de su mano izquierda, era una mano casi muerta, me miró y me dijo lo siguiente: -Chingas a tu madre, vete a la mierda. Después de ese momento pensé para mis adentros que efectivamente sí era el cumpleaños de Bukowski y que ella sí era su hija. Pasó un momento, levanté mi vaso, miré a la puta que estaba un poco lejos y brindé por su padre.



Iván

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05 agosto 2008

Un día mentí



Dejé de ser un mentiroso a la corta edad de 12 años. Fue un día miércoles que no quería ir a estudiar, jamás olvidaré ese día. Y no es que me gustara faltar a la escuela, porque a decir verdad nunca falté, así estuviese muy enfermo ¡ni cuando me rompí el maldito brazo dejé de asistir! Tampoco era que me gustara la escuela, sino que me sentía mejor estando allá que en casa; no me gustaba mi hogar, quizá era demasiado pequeño y me sentía muy incomodo estando allí; no lo sé, pero lo que me pasó ese día fue lo siguiente.

Después de despertar como de costumbre, algo peor que un estúpido autómata que ya sabía a qué hora comenzar, a qué hora tenía que salir de la casa con el estómago vacío porque no había nunca nada que desayunar en casa. En realidad no me importaba mucho el no desayunar, porque así tampoco cagaría en la escuela.

Siempre miraba a las niñas de mi salón, esas niñas bonitas con sus culos rojos como los mandriles. Las podía imaginar, miraba como se levantaban de sus pupitres y pensaba para mis adentros: allá van de nuevo, esas chamaquitas con las nalgas rojas como los mandriles a tirar una zurrada al baño. Iban ellas y Ana, Ana que me gustaba tanto, yo estaba enamorado de ella a la corta edad de 12 años. Hasta que un día se orinó en clases y entonces me pareció que ya no era tan bonita. Y a mí me tenían allí sentado sin poder cagar, más bien sin tener nada que cagar, pero un buen día decidí faltar a la escuela.

Ese día me desperté y dije a mi madre que no iría a la escuela porque estaba cagando mucho, le dije que quizá fuese diarrea. En verdad no estaba enfermo, sólo que no quería ir a clases, (más tarde me arrepentiría de ello).

Está bien chaval, no irás hoy día, pero vamos a que te atiendan al seguro. Claro, dije yo, vamos que estoy a cague y cague. Y así pues, fue como me dirigí al seguro, ese lugar tan inhumano, tan salvaje; allí puedes ver la muerte a metros de distancia y allí estaba yo, lidiando con la muerte, platicando con esa gran hija de puta en un ambiente tan denso.

De pronto toca mi turno. Entré, era una enfermera muy guapa, desde pequeño me gustaron las enfermeras, quizá era la cofia, se les mira bien a esas putas.

-¿Cómo te sientes?
-Mal, me siento mal.
-¿Has ido al baño en el transcurso del día? -Me preguntó.
-Sí.
-¿Cuántas veces?
-Parece que cuatro, no recuerdo bien, también he vomitado dos veces.
-¿En cuanto tiempo?
-No sé, creo que en tres horas, algo así.
-Bien, a ver tststs tstststststs- la enfermera hacía ese sonido delante mío con sus labios mojados y con su cofia en la cabeza, y creí que me tocaría las bolas, pero no lo hizo. Y siguió- A ver, tstst tststs-
-¿Te duele aquí? –Me preguntaba.
-Sí, me duele allí.
-¿Y en esta parte también te duele?
-Sí.- así me pasé más o menos cinco minutos, diciendo que sí a todo lo que ella me preguntaba mientras me tenía acostado en una camilla de hospital, recuerdo que la base estaba rota y se movía como cuando aparece un terremoto, al lado tenía unos bisturís y más instrumentos con los que te pueden matar si se lo proponen.

Después de un largo rato de estar allí examinándome, por fin dijo- Ahora pasarás a la sala de urgencias, allí te encontrarás con la doctora Jazmín.

Me dirigí a la sala de Urgencias ¿y saben qué? La puta de Jazmín sólo tenía bonito el nombre, era un animal, con ojos saltones como los tepocates, más parecidos a los amarillos del Medio Oriente cuando les tiras un puntapié en los cojones y se les saltan los globos oculares y daba unos pasos inútiles como las hormigas cuando están bajo la lluvia de una tormenta en verano.

-Pasa, pasa -me dijo Jazmín. –Mira, te vas a tomar este vasito de suero, ahora te atenderé.
-Está bien.- salí al pasillo, terminé rapidísimo el vaso de ese líquido horrible y regresé a decirle que ya lo había terminado. Entonces ella me miró con sus ojos de tepocate y caminando de un lado a otro como auténtica hormiga bajo la lluvia me dijo:
-Mira, -indicándome el vaso que tenía en su mano, como si yo fuera un subnormal. -éste vasito, te tiene que durar de quince a treinta minutos, lo has tomado muy deprisa, te daré otro, pero ya lo sabes.

En ese momento pensé para mis adentros: "que hija de puta, si supieras que no me pasa nada quizá estarías atendiendo a otra persona que se está muriendo, pero ¿qué coño saben ellos? Nada, por eso asesinan a cada momento y sus crímenes quedan impunes y...", entonces salí nuevamente al pasillo, tiré el vasito de suero a un basurero de color azul cobalto que estaba ubicado justo a cuatro metros de la sala de urgencias y me quedé rondando en los elevadores hasta que pasara aquella media hora. Fue la media hora más larga de esos días.

Para cuando terminé de estar husmeando por las demás salas volví y allí estaba Jazmín, maldita gorda, nunca la olvidaré, es más en este momento pienso que la odio más que nunca.

-Ya te lo has terminado.-dijo Jazmín. -Felicidades eres un buen chaval.

Pensé que se reía de mí, entonces me dice enseguida- Ahora ven, entra a esta sala, recuéstate sobre la camilla, regreso en un momento.- Yo ya estaba aturdido, estaba molesto de estar allí con la muerte, pensé en la escuela, en las mierdas de los mandriles que miraba cuando no me portaba bien y me mandaban a lavar los sanitarios, en la cabellera larga y lisa de mi maestra de cuarto grado Patricia Pío, pero allí estaba yo, en el seguro, menuda mierda.

-Ya regresé. -dijo Jazmín. La miré, venía con una cosa larga en la mano, balanceándola me dijo:
-Ahora quítate los pantalones y ponte boca abajo.
-¿Qué hará usted?- Pregunté asustadísimo.
-Te haré un examen directo del vibrión en heces, creémos que tienes cólera.-Mi expresión fue tal que ella explicó con una ligera sonrisa en la boca gorda.
-Que te voy a meter este tubito por la cola chaval, es un examen de rutina.

En ese momento no me importo nada, salté más rápido que un chita que persigue a su presa fuera de la camilla, ella trató de detenerme pero escapé como el mejor corredor de todos los tiempos, ella me gritaba: ¡Detente, tienes que regresar para hacerte el examen!

Las mentiras son un buen escape, pero no siempre salen como uno lo desea. Después de ese día jamás he vuelto a pisar el seguro, no pienso hacerlo más, esa hija de puta debió saber que yo no tenía diarrea y por eso me quería meter cosas por el culo.


Iván